Primera Parte
I
Por esos días, Bogotá debatía la revocatoria de su alcalde
posesionado hacía tan solo un año; la selección Colombia de fútbol, hacía soñar
nuevamente con una participación en un mundial y las cárceles se encontraban
con reos hacinados a borbotones.
Ella le sonreía lo suficiente como para pensar que tendría
una oportunidad de relacionarse fuertemente. Y es que era su deseo; dadas las
condiciones que ella ponía, parecíase estar diseñada para él.
Angélica era muy bella. Se notaba que sus entrañas también
lo eran. Tez blanca, ojos oscuros y labios carnudos. Su pelo ondulado,
reflejaba más ternura que personalidad arrolladora como suelen tenerla las de
pelo ondulado. Sin embargo, la poseía. Mejillas rosa y nariz pequeña. Bajita
con cuerpo perfecto. Sí, bella hasta los tuétanos. Esto es seguro, porque
Didier lo confirmó. Vio cómo sus pies, busto y pelvis eran hermosos. Hermosos
para él y para la mayoría de los mortales.
Era de esas chicas de 17 años que con solo verlas, se sabía,
merecían ser amadas y que nada era mejor si uno era participe de ello.
Además y como para mencionar algotras cualidades de la niña,
pensaba. Pensaba bonito según hablaba. Decía que era bueno que llegaran nuevas
tecnologías con eso del TLC; pero que era una pena que la misma, esclavizara
tanto a las personas. También se juraba chibcha orgullosa. Por eso escuchaba
música que iba desde Petrona Martínez, pasando por Leonor González Mina y Totó
“La Momposina” hasta María Mulata.
– ¡Sí señores! –. Pensaba Didier como si estuviese en
conferencia dentro de sí. –Esta mujer es en verdad colombiana, sencilla y
humilde, sociable y preciosa –.
Se conocieron una noche en Chapinero. Él estaba con un amigo
y ella con una amiga que también era amiga del amigo de él. Fácilmente
entablaron conversación. Claro, los cuatro se echaban sus plones. Fumaron y
bebieron por las mágicas calles del sector. Se sentaron en el parque de la 60 y
riendo, compartieron sus vivencias.
Didier, estupefacto la escuchaba. Kilian su amigo, gustaba
más de Isabela, la amiga. Según él, porque Angélica era para querer y no aguantaba
hacerle daño. En cambio, La Flaca se veía fuerte y más sexual y, no había
manera de causarle dolor. Y sí, Isabela tenía rasgos pronunciados y lucía
vigorosa e incandescente. Sus labios eran largos y no tan finos y sus vistas
claras. Era más relajada y hablaba igual.
– ¡Sí, está buena! –. Pensaba Kilian.
Angélica, muy buena feminista, traía a colación novelas de
Soledad Acosta. Didier entretenía a veces tocando la armónica y Kilian era el
“arquitecto”. Isabela solo se pronunció
cuando paró de reír y sonreír y dijo:
– Pues parce, yo no sé porque se indignan tanto con lo del Harlem Shake. Tan solo es una forma de
mostrar que se puede hacer algo como a uno se le dé la gana y por un corto
tiempo. ¿Cuál es el problema? –.
– Yo creo que el problema radica Flaca, en la importancia
que toman las personas del barrio, colegios y universidades en las redes al
hacer su propia versión. Y pues deberían sobresalir por algo con más sentido,
¿no? –. Replicó Angélica. – ¿Qué piensas Didier?
Después de hablar un rato y vaciar la botella, caminaron y
entraron a Casa Babylon. Compraron
cervezas a cuatro mil pesos cada una y bailaron toda la noche. Empezaron en
ruedita y pasadas par canciones, se emparejaron.
II
Didier se dejó perder entre los movimientos de piernas y
brazos y quiebres de cintura de su pareja de baile. Y es que el ambiente con
esa música encimada de un ritmo constante lo propiciaba. Las letras y sonidos
se incrustaban en sus lenguas entrelazadas; pues los besos se volvieron más
pasionales que sus vidas en sí.
El perfume de ella pertenecía a hadas o algo parecido.
Él besaba su cuello y Angélica deslizaba
los dedos entre sus cabellos. Eso fue un nuevo ataque a sus puntos débiles;
Didier se dormía fácilmente con un masaje en la cabeza. Deseó como nunca en su
vida, perderse de una vez por todas en el alma de la mujer enfrente, que lo
miraba con ojos perpetuos y le sonreía como con inocencia. Él añoraba no salir
de su nirvana.
Angélica daba vuelta y se volvía. Abrazaba suave y después
fuerte. Tomaba un sorbo y se lo pasaba boca a boca a su recién enamorado. En su
consigna estaba sorprender fuertemente a este músico, porque le había
atraído, le había parecido simpático,
porque le había considerado inteligente y
le había besado como nadie jamás. Pensó brevemente en poder amar. Aun
así, se dedicó a dejarse llevar, a clavar su mirada en los iris miel del otro.
Los dos, fueron a una esquina. No perdieron el ritmo del
reggae y brindaron por tan fortuito encuentro. Didier contestó que tenía 20.
Ella lo besó, le pasó los pulgares por los párpados y lo besó otra vez.
Danzaron luego como seres en pleno Aquelarre. Realmente se
extraviaron y llegaron a posicionarse como los dueños de todo el bendito mundo.
Ya nada podría estar o salir tan mal, si prolongaban los instantes que vivían.
Experimentaron percepciones distintas y como si se
entendieran telepáticamente, convirtieron su baile, sus miradas y palabras, carantoñas y ósculos, en una obra
de arte. Una en prosa, con mucha poesía.
III
En simultánea, El moreno Kilian se adueñó de los
pensamientos de Isabela. Ella se comportaba lo más sensual que podía y le
mostraba su amplia dentadura blanca.
– ¡Qué mujer tan hermosa usted, parce! –. Le susurró al
oído.
Ella le sonrió, le tomó las manos que condujo hasta sus
caderas y le contestó:
–Tú también me gustas, negro–. Y le preguntó: – ¿Crees que
es mejor beber cerveza o lamerla? –.
No le dejó responder y dándole la cara al techo, le dio
vuelta al vaso, derramándose la Póker
desde la cabeza hasta el ombligo.
La bebida agria confundióse con su sudor y al gusto y
paladar de Kilian, el contraste de sabores, era único. Pasó la lengua por el
cuello de la señorita, succionó con besos las gotas de su mentón, saboreó el
fluido de la frente, mojó sus manos pasándolas por el húmedo abdomen
descubierto y, violentamente se apegó a ella con ansias carnales y
descontroladas de unión.
La Flaca sintió sus pezones en erupción y proliferó las
ganas de estar abiertamente, sin tapujos ni reservas con el moreno. Se mordió
los labios y con las manos encovadas en las mandíbulas del tipo, se allegaba
con fatiga y se estrellaba con su boca.
Él le agarró el pelo, lo haló con fuerza mesurada y ella
hizo un gesto complaciente.
Juntos, estuvieron de acuerdo en salir a tomar un aire. Ella
le hizo señas a Angélica que se encontraba a su vez, extasiada de fascinación y
salió con Kilian.
Afuera, fumaron en bala. Se sentaron en un lugar parecido a
un parque que quedaba en el intermedio de dos calles, una sobre la otra. Tenían
visión periférica de cuatro mini avenidas que circundaban el lugar. Un pedazo
limpio e icónico de Bogotá.
Ella se sentó en las piernas de Kilian y se besaron y
tocaron con pasión.
Los genitales de él y los labios de ella se encontraron. Tal
vez ella pensó, que era la manera de deslumbrar tanto a este man que conocía
hace meses y le había provocado muchedumbre de sensaciones en tan corto lapso.
Por supuesto, El Negro ensimismado, expresaba locura pasmada
y agradecimiento, tomándole el cabello suavemente y fumando con la otra mano.
También sonreía.
Decidió corresponder, pero ella le frenó jurándole que al
salir definitivamente, se iban juntos para donde él quisiera.
Terminaron la actividad, se acomodaron las ropas y subieron
de nuevo a saciar tan extendida sed. Se percataron de la no presencia de sus
compañeros y pidieron cerveza.
IV
Al encontrarse sin vigilantes, decidieron bajar también,
pero no salir como sus compañeros. Angélica le condujo a uno de los baños de
mujeres y se encerraron.
Didier la miró, remiró y admiró.
–No sé qué vayas a pensar de mí–.
–No sé qué más pueda pensar de ti, aparte de la lucha que
haces con la vida por no lucir más perfecta–.
– ¿En serio?–.
–Sí. Pero es imposible que lo logres. No cabe en ningún
pensamiento, el dar de tu parte lugar a un sustituto. ¡Perdón! Acabo de ser muy
ridículo, ¿no?
–Por mí está bien que además de hermoso, surjas como poeta
para esta tonta.
– ¿Tonta?
– ¡Cállate! –.Ella quería igualársele en cultura; no
obstante, su impulso le ganó. – ¡Cállate y tócame ahora! –.
Se sentían dioses haciendo de las suyas. Se hallaban inmersos en movimientos de
salvajes amorosos. Hacían cualquier ruido posible, porque la música era su
cómplice. No se apresuraron en terminar, mas sí en comportarse a la altura que
el momento les exigía.
La alegría que habían sentido en el segundo piso, no se
desvaneció, pero tomó forma de embrujo psicodélico. El instante final, los cegó
y volvió locos. Tuvieron destellos de lucidez de otro mundo y se abrazaron.
Tuvieron un sexo agradable.
Al menos eso se vislumbraba en los rostros de estos seres
exhaustos. Ella con una sonrisa pintada entre dos huequitos de mejillas y
pómulos perfectos. Él con un asombro incansable y sin gota de saliva.
Montaron una tremenda inteligencia en menos de cuatro
segundos.
Él salió primero directo al lavamanos para hidratarse y no
dar pie a la sospecha. Ella se acomodó las prendas y sacó una pañoleta que
amarró en la cabeza.
Ella subió primero y saludó a Isabela. La tomó de la mano y
le dijo que le necesitaba. Dejaron a El Negro sólo que bebía como loco.
V
Al subir, Didier le dio una palmada en el hombro.
– ¿Y qué? ¿Cómo le fue? –. Le interrogó con una sonrisa
diabólica.
–Por lo visto, algo así como le fue a usted, marica–.
Respondió también sonriente.
–Parce…–.Hizo una pausa y viró la frente hacia las luces del
lugar. –Creo que me he enamorado–. Dijo acompañando la frase con un
asentimiento de cabeza.
– ¡Bah! Tampoco… ¿O sí? Pues si lo que quiere decir es que
se ha sentido como hace mucho o como hace nunca, le creo. Lo creo a ciegas.
– ¿Qué hicieron? –.
– ¿Recuerda mi fantasía?
– ¡Sí!
–Dejó de serlo…
– ¡No jodás! ¡Nosotros convertimos el baño en asidero!
– ¡Jáááááááá! ¡Esta es nuestra noche, huevón!
Se dieron la mano, chocaron los puños, hicieron un brindis,
compartieron risas y lo dejaron hasta ahí. Dedicaron su atención a los demás
individuos que bailaban y se comportaban plácidamente.
Se miraban y sonreían.
Pidieron más cerveza, para ellos y para ellas. Volvieron a
brindar y danzaron cada uno por su lado pero mirando en conjunto a las gentes
inocentes de sus actos.
Sonó “Here
I come” de Barrington Levy.
VI
– ¿Qué hacemos?
–Me voy con Kilian.
– ¿Qué?
–Dime si no está como quiere…
–Pues sí, es lindo. Pero, ¿cómo te vas a ir con él? ¿A
dónde?
–No lo sé. ¿Acaso no estás contenta con el monito este?
–Pues sí. Me acabo de dar cuenta la mujer fascinante que
soy.
– ¡Ay bueno! Tú no sabes lo que hicimos con El Negro.
–Por eso, ya hicieron algo. ¿No es suficiente?
– ¿Lo es para ti?
–La verdad también quisiera quedarme con Didier.
– ¿Ves? Chao amiga. Nos hablamos mañana–. Se echó un “plon”
en la pipa y se fue con una risa en la cara.
–Cuídate mucho, ¿quieres?
– ¡Todo bien!
VII
–Listo. ¿Vamos?
–Huy. Breve. Nos hablamos perrito…
– ¿A lo bien se van?
–Sí, Angélica ya sube. Chao monito, ¡la cuidas! –. Le
advirtió La Flaca Isabela.
Se fueron y el quedó sorprendido. Se acordó del hecho e
inderrumbable suceso y gigantesco acontecimiento: Ella se quedaría con él.
– ¡Juemadre! ¿A qué horas me volví casanova? –. Pensó para
sí mismo.
Ella regresó y le comentó que quería quedarse hasta que los
sacaran.
–Ah sí, no hay lío.
Él la tomó por la cintura y ella a él por el cuello.
Bailaron serena y descansadamente Strange
Things de John Holt. Ella apoyó
la cabeza en su hombro. Luego se miraron y besaron.
Se miraron de nuevo, se observaron fijando pensamientos en
las vistas del otro. Se olieron los pechos y entrelazaron sus dedos.
Él pensó que era el mejor día de su vida. Que nada es mejor
que estar emocionado, pasar a estar en una extraña fogosidad y terminar en un
relax tan sublime.
Despidieron el lugar y comenzaron a caminar por la séptima
hacia al norte. Ella sintió algo distinto por este tipo. Aseguró seguir
saliendo con él y hacerlo parte de su vida. Era quizá lo más completo. Creyó
saber que ningún otro hombre la hará sentir así. Ah bueno, tal vez una mujer
intente comparársele.
Segunda parte
VIII
Al día siguiente, Dylan saludó a Didier quien se veía feliz.
Tenía cara de amanecido, pero feliz. Se encontraron en la tienda. Dylan estaba
comprando lo del desayuno porque no lo dejaron salir el día anterior; de otra
manera estaría pagando lo que llevaba su vecino: Algo para la sed, algo para el
hambre y algo para postre. Era la compra del post-conquista según Didier.
– ¿Levantó anoche?
–Algo así. Le puedo decir que conocí a la mujer más hermosa
del universo. Es perfecta para mí, y ahora está en mi casa.
– ¿Y sus papás?
–Siempre viajan antes de “semana jarta”. Y yo dije que tenía trabajos pendientes para no ir.
–Huy ñero, rebien. O sea que hoy es la farra en su casa…
–No creo.
–No pues, si tiene el torito amarrado…
Se rieron y acordaron ver el partido de la selección contra
Bolivia y tomarse unos tragos en la noche sin hacer tanta bulla para que doña
Gertrudis no se fuera a poner de comunicativa.
IX
Dylan era un llamado farándula.
Era el más joven de sus amigos y se consideraba un donjuán; así lo hacían ver
los de su grupo y las chicas con las que salía. Perdió la virginidad a los
trece y desde entonces, descuidó los estudios, se despeinó el corte clásico y
cambió sus expresiones y su parlamento. Se hizo muy popular donde estudiaba y
en el barrio. Era bien parecido y atlético. Había repetido dos veces octavo
porque, así conocía más niñas. Por inconvenientes de esa índole, estuvo al
borde de una expulsión y ahora se movía con una matrícula condicional. Sabía
muy bien, que todo lo que se ve en absoluto en el colegio, no le sería
relevante para la vida. Entonces se relajaba y se dedicaba a publicar cuanto
vivía. Era igualmente correspondido. Las niñas recientes en la adolescencia,
eran su hobby. Todas “copiaban”.
X
Angélica despertó bien dormida. No le gustaba que le hablaran
en seguida se levantaba, pues sentía que su cerebro no estaba conectado
correctamente aún, así que, no computaba las cosas y murmuraba cosas sin
sentido. A él, no le importó. La veía igual de bella, igual de interesante. Le
propuso a su divinidad tomar el alimento en la cama mientras veían una película
y le incitó a quedarse hasta la noche para beber un vino o par cervezas.
Ella aceptó y aceptó también, caer de nuevo en sus brazos.
Estuvieron varias veces después de comer, durante la película y antes que se
fuera el medio día. Llegadas las 2:00 p.m., se bañaron juntos y se alistaron
para recibir a la gente. Desempolvaron los ceniceros y sirvieron el maní, las
gomas y demás acompañamientos.
Isabela por su parte, trataba de convencer a El Negro para
que dejara la locha y partieran a la reunión. Había estado pensando que la
reciente experiencia difería solemnemente de las demás y que era posible
mantenerse interesada únicamente en ese ser. Cosa, que nunca antes hizo.
Por fin Kilian dejó el sofá, medio levantó el desorden y se
vistió. Isabela le dijo que podían divertirse otro poco antes de salir. Él dijo
que podían, pero que no quería.
– ¿Quieres que compremos algún trago para llevar?
–Pues sí, no sé. Como
quiera.
–Digo, para que no lleguemos con las manos vacías–. Explicó
La Flaca.
–Pues como sea.
Se dirigieron al “Autoservicio Premier” y en la sección de
licores, no se decidían:
– ¿O llevamos mejor este?
–No, mejor este.
–Huy Negro, ese es carísimo.
– ¿Entonces? –. La miró detenidamente.
– ¿Tienes dinero?
–No.
–Vale, yo la compro. Todo porque hoy juega Colombia–. Hizo
que facturaran la botella de Something Special y se abalanzó sobre Kilian para
darle un beso. Él volteó la cara enseguida.
Camino a casa de Didier, ella quiso tomarle la mano. Él
quitó la suya rápidamente.
– ¿Qué te pasa?
– ¿Qué parce? Nos comimos ayer y, ¿ya quiere que actuemos
como pareja?
–Perdón. Tan cursi yo.
Llegaron y los recibió un mechudo “metacho”.
XI
– ¿Qué tal? ¿Todo bien? Mucho gusto, Juancho. Sigan.
Entraron a la sala y todos ya estaban dispuestos a ver el
cotejo: Didier con el brazo por encima de Angélica, Dylan repartía cerveza y
Simona, novia de Juancho, encendía un porro.
Los hombres estaban encantados viendo a las féminas gritarle
al televisor y al árbitro. Luego gritaron todos y a todo pulmón el primer gol,
el de Macnelly Torres.
En el entretiempo, Dylan se presentó con Isabela que sacaba
hielo del congelador. Tuvieron una breve conversación y a los dos les gustó su
respectiva sonrisa. Bueno, a Dylan le llamó más la atención el cuerpo de La
Flaca. La Flaca también se concentró en ese aspecto del adolescente.
– ¿Y tienes novio?
– ¿Por qué? Si digo que no, ¿me va a decir “tan linda y sin
novio”?
–No. Solo que si sé que es Kilian, me quedo sano. ¿Es él?
–No. Aguanta, pero de
novio parece que no será posible.
–Ah…–. Pasó saliva y se sobó el extensor en el pabellón de
su oreja con la yema de sus dedos.
– ¿Y entonces? Si era Kilian, se quedaba sano…
–Correcto.
– ¿Y?
La agarró de la blusa, por encima de sus senos con fortaleza
y velocidad, la acercó a él y la besó con intensidad. Ella lo empujó hacia el
patio y finalmente al cuarto de atrás. Le repitió la dosis que le había dado a
Kilian la noche anterior y Dylan la descubrió bendita entre las mujeres por tal
dedicación. Pronto, hizo que Dylan terminase y lo dejó recostado en unas telas
de la madre de Didier. Ella salió y como si nada se sentó al lado de El Negro
quien fumaba una pata y se alistaba con los demás a disfrutar del segundo
tiempo.
Llegó el gol de Valdez. También el de Teo. Y el de Falcao. Y
estallaron en emoción con el gol y en risas con la celebración de Armero.
–Pobrecitos los bolivianos… –. Dijo Simona.
Se dispusieron a beber en forma, a bailar cualquier tema que
sonara y a fumar. Juancho tuvo la grandiosa idea de vaciar la botella de whisky
en el tazón con los ositos de goma y dejarlos refrigerando. Al cabo de unas
horas, los ositos habían absorbido todo el licor.
– ¡Huy parce, que teso! –. Dijo Kilian.
–Ay sí. ¡Qué rico!–. Completó Angélica.
Los comieron y diez minutos después, entraron en descontrol.
Juancho se llevó a Simona de pelo recogido y lentes que hacen lucir interesante
y sexy a la vez y, se tomaron el cuarto de Didier. Kilian, salió a llamar gente
y no regresó. Angélica se llevó al anfitrión e invadieron la alcoba de sus
papás. Dylan no desaprovechó y convenció a Isabela de hacerlo en el cuartico de
Nicolás, hermanito de Didier. Ella, aceptó y lo convidó a fumar creepy.
XII
Se aclaró la mañana y todos despertaron con fuertes dolores
de cabeza y estómago. La puerta había quedado abierta y ni el televisor, ni el
computador, ni el teatro y peor aún, ni la armónica de Didier, estaban. El
Negro despertó en una sala de urgencias con una apuñalada en el vientre y sin
celular.
Isabela asumió los costos de los electrodomésticos. Juancho
y Simona se fueron a alistar las cosas para su viaje a Boyacá. Angélica calmó a
Didier. Y Dylan…Dylan, se fue a la casa.
XIII
Isabela visitó en las tardes de semana santa a El Negro,
mientras le dieron salida. Al mismo tiempo, en otro horario, se veía con Dylan
y hacían de las suyas. Juancho y Simona tenían un viaje fenomenal con hongos
alucinógenos. Así, que en esta parte de la historia, como en la mayoría,
brillan por su ausencia.
Angélica y Didier salieron todos los días siguientes y como
un par de tórtolos, realizaban planes “gomelos” y “guerreados”. Eso, enamoró a
tan vulnerable sujeto. Vieron en pantalla gigante en el Simón Bolívar, la derrota de la selección frente a Venezuela.
Podían salir de cine, de ver el musical Los
Miserables para terminar luego en un parque debatiendo el tema de las
corridas de toros y la última medida adoptada por la administración distrital
respecto al problema. Subían a El Chorro
de Quevedo, fumaban y bebían chicha. Fueron al ciclopaseo nocturno y comieron perro de dos mil pesos. Vieron en el
Teatro Libre la obra Marat-Sade y terminaron comprando una
nueva armónica. Buscaron un escondite en el parque nacional y allí se amaron.
Salieron a ejercitarse todas las mañanas en el parque contiguo al barrio La Merced. Hablaron de la importancia de
erradicar las llamadas “ollas” en el país:
–Pero no funciona del todo, si en el listado no involucran
El Sanber ni Chapiyork.
–Sí, paila. ¿Y qué decir del Socorro o Verbenal?
Didier visitó a El Negro Kilian hasta el viernes santo. Este
igual de alegre, le recordó que eran parceros:
– ¿Pero qué? Consigue nena y se olvida de los amigos así se
estén muriendo, ¿no?
XIV
Tan pronto se recuperó El Negro, Isabela dejó de salir con
Dylan que ya se sentía extraterrestre cuando ella le dirigía la palabra. Tanto,
que se prometió coger juicio en el colegio y dejar la vagancia en el barrio por
estar con ella.
Tercera Parte
XV
El 9 de Abril, en el marco de la gran movilización por la
paz, se reunieron Didier, Angélica, Isabel y Kilian para apoyar tal evento. Se
recordaba la tragedia y se hacía notar el apoyo que de parte de las distintas
ciudadanías tenían las víctimas de la violencia en Colombia.
Una gigantesca marea blanca se tomó las calles de la capital
y las de otras ciudades. Representaciones municipales e internacionales
gritaron a la 1:00 p.m. y al escuchar el redoble de las campanas:
¡SOMOS MÁS, AHORA SÍ LA PAZ!
Al terminar la oración, Didier y Angélica se abrazaron.
Parecían los mejores cómplices.
XVI
Pasaron los días y la vida de los enamorados era excitante.
Hasta que Angélica se soltó:
–Te amo.
¿Qué carajos se podía esperar como respuesta de Didier?
–Yo te amo, ¡te adoro!
Ambos pensaron que era temprano para decirlo, igualmente lo
hicieron.
Mientras tanto Dylan rogaba que Isabela pasara tiempo con
él. Se había convertido en una obsesión.
Isabela a su vez, se
entregaba a Kilian, cada vez que este lo pedía. Ella le complacía todos sus
antojos y gastaba gran parte de su dinero en las salidas con él. Pronto, se
sintió enamorada. Le ayudó a sembrar una mata de marihuana, le compró ropa y le
regaló un Iphone. Aunque él le agradecía, le era indiferente con los temas del
amor.
Una noche, Isabela citó a Angélica en casa de esta última,
para que hablaran y compartiesen como hace rato no lo hacían por andar con los
tipos. Se encontraron, hablaron cosas de mujeres, y cosas que tal vez no daban
lugar en las mentes de sus parejas, como:
–Genial que esos niños del Chocó, representen a Colombia en
Uruguay, ¿no crees?
– ¡Claro! Ese sí es un programa social con fines de
erradicar la violencia.
Luego, de reír y hablar como cotorras, compraron un vino.
A la luz de la vela, retomaron vivencias antiguas.
Didier llegó y no salió del asombro al ver tal escena. Las
dos estaban como más que amigas. Él enfurecido, esperó a que Angélica saliera.
Salieron las dos y comenzaron a convencerle de que dejara el
tabú atrás.
–Amor, ¿qué pasa? Solo estamos jugando. Es algo que hacemos
desde hace mucho para divertirnos.
– ¿Sí? Pues debió decírmelo, ¿no le parece? –. Gritó él.
–Ay parce, deja ya el melodrama. Más bien únete a nosotras.
¿Acaso no es el sueño de todo hombre estar con dos mujeres? –. Le preguntó La
Flaca.
– ¡Pues no es el mío! ¿Tú estarías de acuerdo Angélica? ¿Me
compartirías?
–Ay Didier, ¡pero qué sensible estás! Tengamos una relación
polígama. ¿No te gustaría salir con más gente y que yo no te pusiera oposición?
El Mono Didier, no lo podría creer. Realmente amaba a esa
mujer. ¿Era posible que ella dijese todo eso? Angélica tenía por objeto el ser
liberal y disfrutar de sus derechos. Cuando podía, abogaba por las mujeres y
también las admiraba. Admiraba lo que ella y las demás podían hacer. También
gustaba de su cuerpo, del cuerpo de la mujer en general. Así que todo parecía tener sentido. De todas
maneras, no quedó satisfecho. Sintió celos, lloró de la rabia y salió
corriendo.
A la salida, se encontró a El Negro quien sabía dónde estaba
La Flaca y venía por dinero. Al ver así a su amigo de toda la vida, corrió tras
él. Las dos mujeres salieron. Angélica por Didier e Isabela por Kilian; apenas
lo escuchó, sintió la necesidad de verlo. Dylan se unió al grupo al reconocer a
La Flaca; quería una explicación, una oportunidad, algo que le quitara el
desespero por tenerla.
Cerca de la casa de Angélica, en Kennedy, estaba el puente
de la 72 sur con Av. 1ro de Mayo. Didier subió las escalas cegado por la
tristeza y las lágrimas; El Negro lo alcanzó a la mitad del puente viejo. Lo
sacudió y le pidió le contase qué había pasado. Apenas se pudo calmar El Mono,
llegaron las chicas. Comenzaron a hablar casi todos al tiempo, hasta que llego
Dylan y tomó por el brazo a Isabela:
–Flaca, dígame que me quiere, ¿sí?
– ¿Qué le pasa? –. Le gritó. Estamos ocupados, ¿no ve? Más
bien, Negro dime cómo estás.
–Yo bien pero, ¿qué le pasó a El Mono?
–Amor, deja la bobada, ¿sí? –. Trataba de convencerle
Angélica a su enamorado.
– ¡No me joda, maldita sea! –. Chilló Didier.
–Déjelo sano, parce –. Le dijo Kilian a Angélica haciéndola
a un lado.
– ¡No sea sapo, imbécil!
–Bueno Angélica, ¡tampoco le hables así a El Negro! –. Le
gritó Isabela.
– ¡Jueperra! ¡Deje de defender a este negro maldito! –.
Dylan se abalanzó sobre Kilian y le dio un “traque” en la cara.
Didier se levantó y le metió un empujón a Dylan haciendo que
este perdiera el equilibrio y se enredara con las barandas del desgastado y olvidado puente y el peso
del cuerpo le ganara, cayéndose a la Av. 1ro de Mayo y terminar aplastado por
un colectivo de ruta:
SOACHA-COMPARTIR- SAO- UNISUR que iba a
toda mierda. Y mierda volvió al adolescente de 16 años.
Todos pasmados no supieron qué hacer. No se movieron del
lugar. La policía tuvo que subir por ellos.
Cuarta parte
XVII
Luego de varias audiencias, no se pudo convencer al jurado
de que fue un accidente. El juez sentenció a cuatro años de prisión a El Mono
Didier. Sus padres lloraron dolorosamente. Angélica lo hizo amargamente.
XVIII
Se echó la culpa de lo sucedido y más rabia sintió consigo
misma, por no haber utilizado su inteligencia para planear una estrategia que
salvara a Didier y a los otros de cualquier sospecha. También se resintió y
terminó su amistad con Isabela, la provocadora de lésbicas emociones, quien no
consiguió quedarse con El Negro Kilian, que a su vez y por orden de su padre,
se fue a estudiar a Australia.
Didier, siguió amando e irónica y paradójicamente, odiando a
Angélica. Sigue pensando que vivir la vida sin apuros es genial, pero tomársela
tan a la ligera es contraproducente.
XIX
Juancho Y Simona fueron al funeral de Dylan y visitaron a
Didier en prisión.
FIN