jueves, 4 de abril de 2013

Mini novela presentada por una estudiante de 11


Primera Parte

I
Por esos días, Bogotá debatía la revocatoria de su alcalde posesionado hacía tan solo un año; la selección Colombia de fútbol, hacía soñar nuevamente con una participación en un mundial y las cárceles se encontraban con reos hacinados a borbotones.
Ella le sonreía lo suficiente como para pensar que tendría una oportunidad de relacionarse fuertemente. Y es que era su deseo; dadas las condiciones que ella ponía, parecíase estar diseñada para él.
Angélica era muy bella. Se notaba que sus entrañas también lo eran. Tez blanca, ojos oscuros y labios carnudos. Su pelo ondulado, reflejaba más ternura que personalidad arrolladora como suelen tenerla las de pelo ondulado. Sin embargo, la poseía. Mejillas rosa y nariz pequeña. Bajita con cuerpo perfecto. Sí, bella hasta los tuétanos. Esto es seguro, porque Didier lo confirmó. Vio cómo sus pies, busto y pelvis eran hermosos. Hermosos para él y para la mayoría de los mortales.
Era de esas chicas de 17 años que con solo verlas, se sabía, merecían ser amadas y que nada era mejor si uno era participe de ello.
Además y como para mencionar algotras cualidades de la niña, pensaba. Pensaba bonito según hablaba. Decía que era bueno que llegaran nuevas tecnologías con eso del TLC; pero que era una pena que la misma, esclavizara tanto a las personas. También se juraba chibcha orgullosa. Por eso escuchaba música que iba desde Petrona Martínez, pasando por Leonor González Mina y Totó “La Momposina” hasta María Mulata.
– ¡Sí señores! –. Pensaba Didier como si estuviese en conferencia dentro de sí. –Esta ­mujer es en verdad colombiana, sencilla y humilde, sociable y preciosa –.
Se conocieron una noche en Chapinero. Él estaba con un amigo y ella con una amiga que también era amiga del amigo de él. Fácilmente entablaron conversación. Claro, los cuatro se echaban sus plones. Fumaron y bebieron por las mágicas calles del sector. Se sentaron en el parque de la 60 y riendo, compartieron sus vivencias.
Didier, estupefacto la escuchaba. Kilian su amigo, gustaba más de Isabela, la amiga. Según él, porque Angélica era para querer y no aguantaba hacerle daño. En cambio, La Flaca se veía fuerte y más sexual y, no había manera de causarle dolor. Y sí, Isabela tenía rasgos pronunciados y lucía vigorosa e incandescente. Sus labios eran largos y no tan finos y sus vistas claras. Era más relajada y hablaba igual.
– ¡Sí, está buena! –. Pensaba Kilian.
Angélica, muy buena feminista, traía a colación novelas de Soledad Acosta. Didier entretenía a veces tocando la armónica y Kilian era el “arquitecto”. Isabela  solo se pronunció cuando paró de reír y sonreír y dijo:
– Pues parce, yo no sé porque se indignan tanto con lo del Harlem Shake. Tan solo es una forma de mostrar que se puede hacer algo como a uno se le dé la gana y por un corto tiempo. ¿Cuál es el problema? –.
– Yo creo que el problema radica Flaca, en la importancia que toman las personas del barrio, colegios y universidades en las redes al hacer su propia versión. Y pues deberían sobresalir por algo con más sentido, ¿no? –. Replicó Angélica. – ¿Qué piensas Didier?
Después de hablar un rato y vaciar la botella, caminaron y entraron a Casa Babylon. Compraron cervezas a cuatro mil pesos cada una y bailaron toda la noche. Empezaron en ruedita y pasadas par canciones, se emparejaron.

II
Didier se dejó perder entre los movimientos de piernas y brazos y quiebres de cintura de su pareja de baile. Y es que el ambiente con esa música encimada de un ritmo constante lo propiciaba. Las letras y sonidos se incrustaban en sus lenguas entrelazadas; pues los besos se volvieron más pasionales que sus vidas en sí.
El perfume de ella pertenecía a hadas o algo parecido. Él  besaba su cuello y Angélica deslizaba los dedos entre sus cabellos. Eso fue un nuevo ataque a sus puntos débiles; Didier se dormía fácilmente con un masaje en la cabeza. Deseó como nunca en su vida, perderse de una vez por todas en el alma de la mujer enfrente, que lo miraba con ojos perpetuos y le sonreía como con inocencia. Él añoraba no salir de su nirvana.
Angélica daba vuelta y se volvía. Abrazaba suave y después fuerte. Tomaba un sorbo y se lo pasaba boca a boca a su recién enamorado. En su consigna estaba sorprender fuertemente a este músico, porque le había atraído,  le había parecido simpático, porque le había considerado inteligente y  le había besado como nadie jamás. Pensó brevemente en poder amar. Aun así, se dedicó a dejarse llevar, a clavar su mirada en los iris miel del otro.
Los dos, fueron a una esquina. No perdieron el ritmo del reggae y brindaron por tan fortuito encuentro. Didier contestó que tenía 20. Ella lo besó, le pasó los pulgares por los párpados y lo besó otra vez.  
Danzaron luego como seres en pleno Aquelarre. Realmente se extraviaron y llegaron a posicionarse como los dueños de todo el bendito mundo. Ya nada podría estar o salir tan mal, si prolongaban los instantes que vivían.
Experimentaron percepciones distintas y como si se entendieran telepáticamente, convirtieron su baile, sus miradas y  palabras, carantoñas y ósculos, en una obra de arte. Una en prosa, con mucha poesía.

III
En simultánea, El moreno Kilian se adueñó de los pensamientos de Isabela. Ella se comportaba lo más sensual que podía y le mostraba su amplia dentadura blanca.
­– ¡Qué mujer tan hermosa usted, parce! –. Le susurró al oído.
Ella le sonrió, le tomó las manos que condujo hasta sus caderas y le contestó:
–Tú también me gustas, negro–. Y le preguntó: – ¿Crees que es mejor beber cerveza o lamerla? –.
No le dejó responder y dándole la cara al techo, le dio vuelta al vaso, derramándose la Póker desde la cabeza hasta el ombligo.
La bebida agria confundióse con su sudor y al gusto y paladar de Kilian, el contraste de sabores, era único. Pasó la lengua por el cuello de la señorita, succionó con besos las gotas de su mentón, saboreó el fluido de la frente, mojó sus manos pasándolas por el húmedo abdomen descubierto y, violentamente se apegó a ella con ansias carnales y descontroladas de unión.
La Flaca sintió sus pezones en erupción y proliferó las ganas de estar abiertamente, sin tapujos ni reservas con el moreno. Se mordió los labios y con las manos encovadas en las mandíbulas del tipo, se allegaba con fatiga y se estrellaba con su boca.
Él le agarró el pelo, lo haló con fuerza mesurada y ella hizo un gesto complaciente.
Juntos, estuvieron de acuerdo en salir a tomar un aire. Ella le hizo señas a Angélica que se encontraba a su vez, extasiada de fascinación y salió con Kilian.
Afuera, fumaron en bala. Se sentaron en un lugar parecido a un parque que quedaba en el intermedio de dos calles, una sobre la otra. Tenían visión periférica de cuatro mini avenidas que circundaban el lugar. Un pedazo limpio e icónico de Bogotá.
Ella se sentó en las piernas de Kilian y se besaron y tocaron con pasión.
Los genitales de él y los labios de ella se encontraron. Tal vez ella pensó, que era la manera de deslumbrar tanto a este man que conocía hace meses y le había provocado muchedumbre de sensaciones en tan corto lapso.
Por supuesto, El Negro ensimismado, expresaba locura pasmada y agradecimiento, tomándole el cabello suavemente y fumando con la otra mano. También sonreía.
Decidió corresponder, pero ella le frenó jurándole que al salir definitivamente, se iban juntos para donde él quisiera.
Terminaron la actividad, se acomodaron las ropas y subieron de nuevo a saciar tan extendida sed. Se percataron de la no presencia de sus compañeros y pidieron cerveza.

IV
Al encontrarse sin vigilantes, decidieron bajar también, pero no salir como sus compañeros. Angélica le condujo a uno de los baños de mujeres y se encerraron.
Didier la miró, remiró y admiró. 
–No sé qué vayas a pensar de mí–.
–No sé qué más pueda pensar de ti, aparte de la lucha que haces con la vida por no lucir más perfecta–.
– ¿En serio?–.
–Sí. Pero es imposible que lo logres. No cabe en ningún pensamiento, el dar de tu parte lugar a un sustituto. ¡Perdón! Acabo de ser muy ridículo, ¿no?
–Por mí está bien que además de hermoso, surjas como poeta para esta tonta.
– ¿Tonta?
– ¡Cállate! –.Ella quería igualársele en cultura; no obstante, su impulso le ganó. – ¡Cállate y tócame ahora! –.
Se sentían dioses haciendo de las suyas.  Se hallaban inmersos en movimientos de salvajes amorosos. Hacían cualquier ruido posible, porque la música era su cómplice. No se apresuraron en terminar, mas sí en comportarse a la altura que el momento les exigía. 
La alegría que habían sentido en el segundo piso, no se desvaneció, pero tomó forma de embrujo psicodélico. El instante final, los cegó y volvió locos. Tuvieron destellos de lucidez de otro mundo y se abrazaron.
Tuvieron un sexo agradable.
Al menos eso se vislumbraba en los rostros de estos seres exhaustos. Ella con una sonrisa pintada entre dos huequitos de mejillas y pómulos perfectos. Él con un asombro incansable y sin gota de saliva.
Montaron una tremenda inteligencia en menos de cuatro segundos.
Él salió primero directo al lavamanos para hidratarse y no dar pie a la sospecha. Ella se acomodó las prendas y sacó una pañoleta que amarró en la cabeza.
Ella subió primero y saludó a Isabela. La tomó de la mano y le dijo que le necesitaba. Dejaron a El Negro sólo que bebía como loco.

V
Al subir, Didier le dio una palmada en el hombro.
– ¿Y qué? ¿Cómo le fue? –. Le interrogó con una sonrisa diabólica.
–Por lo visto, algo así como le fue a usted, marica–. Respondió también sonriente.
–Parce…–.Hizo una pausa y viró la frente hacia las luces del lugar. –Creo que me he enamorado–. Dijo acompañando la frase con un asentimiento de cabeza.
– ¡Bah! Tampoco… ¿O sí? Pues si lo que quiere decir es que se ha sentido como hace mucho o como hace nunca, le creo. Lo creo a ciegas.
– ¿Qué hicieron? –.
– ¿Recuerda mi fantasía?
– ¡Sí!
–Dejó de serlo…
– ¡No jodás! ¡Nosotros convertimos el baño en asidero!
– ¡Jáááááááá! ¡Esta es nuestra noche, huevón!
Se dieron la mano, chocaron los puños, hicieron un brindis, compartieron risas y lo dejaron hasta ahí. Dedicaron su atención a los demás individuos que bailaban y se comportaban plácidamente.
Se miraban y sonreían.
Pidieron más cerveza, para ellos y para ellas. Volvieron a brindar y danzaron cada uno por su lado pero mirando en conjunto a las gentes inocentes de sus actos.
Sonó “Here I come” de Barrington Levy.

VI
– ¿Qué hacemos?
­–Me voy con Kilian.
– ¿Qué?
–Dime si no está como quiere…
–Pues sí, es lindo. Pero, ¿cómo te vas a ir con él? ¿A dónde?
–No lo sé. ¿Acaso no estás contenta con el monito este?
–Pues sí. Me acabo de dar cuenta la mujer fascinante que soy.
– ¡Ay bueno! Tú no sabes lo que hicimos con El Negro.
–Por eso, ya hicieron algo. ¿No es suficiente?
– ¿Lo es para ti?
–La verdad también quisiera quedarme con Didier.
– ¿Ves? Chao amiga. Nos hablamos mañana–. Se echó un “plon” en la pipa y se fue con una risa en la cara.
–Cuídate mucho, ¿quieres?
– ¡Todo bien!

VII
–Listo. ¿Vamos?
–Huy. Breve. Nos hablamos perrito…
– ¿A lo bien se van?
–Sí, Angélica ya sube. Chao monito, ¡la cuidas! –. Le advirtió La Flaca Isabela.
Se fueron y el quedó sorprendido. Se acordó del hecho e inderrumbable suceso y gigantesco acontecimiento: Ella se quedaría con él.
– ¡Juemadre! ¿A qué horas me volví casanova? –. Pensó para sí mismo.
Ella regresó y le comentó que quería quedarse hasta que los sacaran.
–Ah sí, no hay lío.
Él la tomó por la cintura y ella a él por el cuello. Bailaron serena y descansadamente Strange Things de John Holt. Ella apoyó la cabeza en su hombro. Luego se miraron y besaron.
Se miraron de nuevo, se observaron fijando pensamientos en las vistas del otro. Se olieron los pechos y entrelazaron sus dedos.
Él pensó que era el mejor día de su vida. Que nada es mejor que estar emocionado, pasar a estar en una extraña fogosidad y terminar en un relax tan sublime.
Despidieron el lugar y comenzaron a caminar por la séptima hacia al norte. Ella sintió algo distinto por este tipo. Aseguró seguir saliendo con él y hacerlo parte de su vida. Era quizá lo más completo. Creyó saber que ningún otro hombre la hará sentir así. Ah bueno, tal vez una mujer intente comparársele.


Segunda parte

VIII
Al día siguiente, Dylan saludó a Didier quien se veía feliz. Tenía cara de amanecido, pero feliz. Se encontraron en la tienda. Dylan estaba comprando lo del desayuno porque no lo dejaron salir el día anterior; de otra manera estaría pagando lo que llevaba su vecino: Algo para la sed, algo para el hambre y algo para postre. Era la compra del post-conquista según Didier.
– ¿Levantó anoche?
–Algo así. Le puedo decir que conocí a la mujer más hermosa del universo. Es perfecta para mí, y ahora está en mi casa.
– ¿Y sus papás?
–Siempre viajan antes de “semana jarta”. Y yo dije que tenía trabajos pendientes para no ir.
–Huy ñero, rebien. O sea que hoy es la farra en su casa…
–No creo.
–No pues, si tiene el torito amarrado…
Se rieron y acordaron ver el partido de la selección contra Bolivia y tomarse unos tragos en la noche sin hacer tanta bulla para que doña Gertrudis no se fuera a poner de comunicativa.


IX
Dylan era un llamado farándula. Era el más joven de sus amigos y se consideraba un donjuán; así lo hacían ver los de su grupo y las chicas con las que salía. Perdió la virginidad a los trece y desde entonces, descuidó los estudios, se despeinó el corte clásico y cambió sus expresiones y su parlamento. Se hizo muy popular donde estudiaba y en el barrio. Era bien parecido y atlético. Había repetido dos veces octavo porque, así conocía más niñas. Por inconvenientes de esa índole, estuvo al borde de una expulsión y ahora se movía con una matrícula condicional. Sabía muy bien, que todo lo que se ve en absoluto en el colegio, no le sería relevante para la vida. Entonces se relajaba y se dedicaba a publicar cuanto vivía. Era igualmente correspondido. Las niñas recientes en la adolescencia, eran su hobby. Todas “copiaban”.


X
Angélica despertó bien dormida. No le gustaba que le hablaran en seguida se levantaba, pues sentía que su cerebro no estaba conectado correctamente aún, así que, no computaba las cosas y murmuraba cosas sin sentido. A él, no le importó. La veía igual de bella, igual de interesante. Le propuso a su divinidad tomar el alimento en la cama mientras veían una película y le incitó a quedarse hasta la noche para beber un vino o par cervezas.
Ella aceptó y aceptó también, caer de nuevo en sus brazos. Estuvieron varias veces después de comer, durante la película y antes que se fuera el medio día. Llegadas las 2:00 p.m., se bañaron juntos y se alistaron para recibir a la gente. Desempolvaron los ceniceros y sirvieron el maní, las gomas y demás acompañamientos.
Isabela por su parte, trataba de convencer a El Negro para que dejara la locha y partieran a la reunión. Había estado pensando que la reciente experiencia difería solemnemente de las demás y que era posible mantenerse interesada únicamente en ese ser. Cosa, que nunca antes hizo.
Por fin Kilian dejó el sofá, medio levantó el desorden y se vistió. Isabela le dijo que podían divertirse otro poco antes de salir. Él dijo que podían, pero que no quería.
– ¿Quieres que compremos algún trago para llevar?
 –Pues sí, no sé. Como quiera.
–Digo, para que no lleguemos con las manos vacías–. Explicó La Flaca.
–Pues como sea.
Se dirigieron al “Autoservicio Premier” y en la sección de licores, no se decidían:
– ¿O llevamos mejor este?
–No, mejor este.
–Huy Negro, ese es carísimo.
– ¿Entonces? –. La miró detenidamente.
– ¿Tienes dinero?
–No.
–Vale, yo la compro. Todo porque hoy juega Colombia–. Hizo que facturaran la botella de Something Special y se abalanzó sobre Kilian para darle un beso. Él volteó la cara enseguida.
Camino a casa de Didier, ella quiso tomarle la mano. Él quitó la suya rápidamente.
– ¿Qué te pasa?
– ¿Qué parce? Nos comimos ayer y, ¿ya quiere que actuemos como pareja?
–Perdón. Tan cursi yo.
Llegaron y los recibió un mechudo “metacho”.

XI
– ¿Qué tal? ¿Todo bien? Mucho gusto, Juancho. Sigan.
Entraron a la sala y todos ya estaban dispuestos a ver el cotejo: Didier con el brazo por encima de Angélica, Dylan repartía cerveza y Simona, novia de Juancho, encendía un porro.
Los hombres estaban encantados viendo a las féminas gritarle al televisor y al árbitro. Luego gritaron todos y a todo pulmón el primer gol, el de Macnelly Torres.
En el entretiempo, Dylan se presentó con Isabela que sacaba hielo del congelador. Tuvieron una breve conversación y a los dos les gustó su respectiva sonrisa. Bueno, a Dylan le llamó más la atención el cuerpo de La Flaca. La Flaca también se concentró en ese aspecto del adolescente.
– ¿Y tienes novio?
– ¿Por qué? Si digo que no, ¿me va a decir “tan linda y sin novio”?
–No. Solo que si sé que es Kilian, me quedo sano. ¿Es él?
–No.  Aguanta, pero de novio parece que no será posible.
–Ah…­–. Pasó saliva y se sobó el extensor en el pabellón de su oreja con la yema de sus dedos.
– ¿Y entonces? Si era Kilian, se quedaba sano…
–Correcto.
– ¿Y?
La agarró de la blusa, por encima de sus senos con fortaleza y velocidad, la acercó a él y la besó con intensidad. Ella lo empujó hacia el patio y finalmente al cuarto de atrás. Le repitió la dosis que le había dado a Kilian la noche anterior y Dylan la descubrió bendita entre las mujeres por tal dedicación. Pronto, hizo que Dylan terminase y lo dejó recostado en unas telas de la madre de Didier. Ella salió y como si nada se sentó al lado de El Negro quien fumaba una pata y se alistaba con los demás a disfrutar del segundo tiempo.
Llegó el gol de Valdez. También el de Teo. Y el de Falcao. Y estallaron en emoción con el gol y en risas con la celebración de Armero.
–Pobrecitos los bolivianos… –. Dijo Simona.
Se dispusieron a beber en forma, a bailar cualquier tema que sonara y a fumar. Juancho tuvo la grandiosa idea de vaciar la botella de whisky en el tazón con los ositos de goma y dejarlos refrigerando. Al cabo de unas horas, los ositos habían absorbido todo el licor.
– ¡Huy parce, que teso! –. Dijo Kilian.
–Ay sí. ¡Qué rico!­–. Completó Angélica.
Los comieron y diez minutos después, entraron en descontrol. Juancho se llevó a Simona de pelo recogido y lentes que hacen lucir interesante y sexy a la vez y, se tomaron el cuarto de Didier. Kilian, salió a llamar gente y no regresó. Angélica se llevó al anfitrión e invadieron la alcoba de sus papás. Dylan no desaprovechó y convenció a Isabela de hacerlo en el cuartico de Nicolás, hermanito de Didier. Ella, aceptó y lo convidó a fumar creepy.

XII
Se aclaró la mañana y todos despertaron con fuertes dolores de cabeza y estómago. La puerta había quedado abierta y ni el televisor, ni el computador, ni el teatro y peor aún, ni la armónica de Didier, estaban. El Negro despertó en una sala de urgencias con una apuñalada en el vientre y sin celular. 
Isabela asumió los costos de los electrodomésticos. Juancho y Simona se fueron a alistar las cosas para su viaje a Boyacá. Angélica calmó a Didier. Y Dylan…Dylan, se fue a la casa.

XIII
Isabela visitó en las tardes de semana santa a El Negro, mientras le dieron salida. Al mismo tiempo, en otro horario, se veía con Dylan y hacían de las suyas. Juancho y Simona tenían un viaje fenomenal con hongos alucinógenos. Así, que en esta parte de la historia, como en la mayoría, brillan por su ausencia.
Angélica y Didier salieron todos los días siguientes y como un par de tórtolos, realizaban planes “gomelos” y “guerreados”. Eso, enamoró a tan vulnerable sujeto. Vieron en pantalla gigante en el Simón Bolívar, la derrota de la selección frente a Venezuela. Podían salir de cine, de ver el musical Los Miserables para terminar luego en un parque debatiendo el tema de las corridas de toros y la última medida adoptada por la administración distrital respecto al problema. Subían a El Chorro de Quevedo, fumaban y bebían chicha. Fueron al ciclopaseo nocturno y comieron perro de dos mil pesos. Vieron en el Teatro Libre la obra Marat-Sade y terminaron comprando una nueva armónica. Buscaron un escondite en el parque nacional y allí se amaron. Salieron a ejercitarse todas las mañanas en el parque contiguo al barrio La Merced. Hablaron de la importancia de erradicar las llamadas “ollas” en el país:
–Pero no funciona del todo, si en el listado no involucran El Sanber ni Chapiyork.
–Sí, paila. ¿Y qué decir del Socorro o Verbenal?
Didier visitó a El Negro Kilian hasta el viernes santo. Este igual de alegre, le recordó que eran parceros:
– ¿Pero qué? Consigue nena y se olvida de los amigos así se estén muriendo, ¿no?

XIV
Tan pronto se recuperó El Negro, Isabela dejó de salir con Dylan que ya se sentía extraterrestre cuando ella le dirigía la palabra. Tanto, que se prometió coger juicio en el colegio y dejar la vagancia en el barrio por estar con ella.


Tercera Parte

XV
El 9 de Abril, en el marco de la gran movilización por la paz, se reunieron Didier, Angélica, Isabel y Kilian para apoyar tal evento. Se recordaba la tragedia y se hacía notar el apoyo que de parte de las distintas ciudadanías tenían las víctimas de la violencia en Colombia.
Una gigantesca marea blanca se tomó las calles de la capital y las de otras ciudades. Representaciones municipales e internacionales gritaron a la 1:00 p.m. y al escuchar el redoble de las campanas:
¡SOMOS MÁS, AHORA SÍ LA PAZ!
Al terminar la oración, Didier y Angélica se abrazaron. Parecían los mejores cómplices.

XVI
Pasaron los días y la vida de los enamorados era excitante. Hasta que Angélica se soltó:
–Te amo.
¿Qué carajos se podía esperar como respuesta de Didier?
–Yo te amo, ¡te adoro!
Ambos pensaron que era temprano para decirlo, igualmente lo hicieron.
Mientras tanto Dylan rogaba que Isabela pasara tiempo con él. Se había convertido en una obsesión.
 Isabela a su vez, se entregaba a Kilian, cada vez que este lo pedía. Ella le complacía todos sus antojos y gastaba gran parte de su dinero en las salidas con él. Pronto, se sintió enamorada. Le ayudó a sembrar una mata de marihuana, le compró ropa y le regaló un Iphone. Aunque él le agradecía, le era indiferente con los temas del amor.
Una noche, Isabela citó a Angélica en casa de esta última, para que hablaran y compartiesen como hace rato no lo hacían por andar con los tipos. Se encontraron, hablaron cosas de mujeres, y cosas que tal vez no daban lugar en las mentes de sus parejas, como:
–Genial que esos niños del Chocó, representen a Colombia en Uruguay, ¿no crees?
– ¡Claro! Ese sí es un programa social con fines de erradicar la violencia.
Luego, de reír y hablar como cotorras, compraron un vino.
A la luz de la vela, retomaron vivencias antiguas.
Didier llegó y no salió del asombro al ver tal escena. Las dos estaban como más que amigas. Él enfurecido, esperó a que Angélica saliera.
Salieron las dos y comenzaron a convencerle de que dejara el tabú atrás.
–Amor, ¿qué pasa? Solo estamos jugando. Es algo que hacemos desde hace mucho para divertirnos.
– ¿Sí? Pues debió decírmelo, ¿no le parece? –. Gritó él.
–Ay parce, deja ya el melodrama. Más bien únete a nosotras. ¿Acaso no es el sueño de todo hombre estar con dos mujeres? –. Le preguntó La Flaca.
– ¡Pues no es el mío! ¿Tú estarías de acuerdo Angélica? ¿Me compartirías?
–Ay Didier, ¡pero qué sensible estás! Tengamos una relación polígama. ¿No te gustaría salir con más gente y que yo no te pusiera oposición?
El Mono Didier, no lo podría creer. Realmente amaba a esa mujer. ¿Era posible que ella dijese todo eso? Angélica tenía por objeto el ser liberal y disfrutar de sus derechos. Cuando podía, abogaba por las mujeres y también las admiraba. Admiraba lo que ella y las demás podían hacer. También gustaba de su cuerpo, del cuerpo de la mujer en general.  Así que todo parecía tener sentido. De todas maneras, no quedó satisfecho. Sintió celos, lloró de la rabia y salió corriendo.
A la salida, se encontró a El Negro quien sabía dónde estaba La Flaca y venía por dinero. Al ver así a su amigo de toda la vida, corrió tras él. Las dos mujeres salieron. Angélica por Didier e Isabela por Kilian; apenas lo escuchó, sintió la necesidad de verlo. Dylan se unió al grupo al reconocer a La Flaca; quería una explicación, una oportunidad, algo que le quitara el desespero por tenerla.
Cerca de la casa de Angélica, en Kennedy, estaba el puente de la 72 sur con Av. 1ro de Mayo. Didier subió las escalas cegado por la tristeza y las lágrimas; El Negro lo alcanzó a la mitad del puente viejo. Lo sacudió y le pidió le contase qué había pasado. Apenas se pudo calmar El Mono, llegaron las chicas. Comenzaron a hablar casi todos al tiempo, hasta que llego Dylan y tomó por el brazo a Isabela:
–Flaca, dígame que me quiere, ¿sí?
– ¿Qué le pasa? –. Le gritó. Estamos ocupados, ¿no ve? Más bien, Negro dime cómo estás.
–Yo bien pero, ¿qué le pasó a El Mono?
–Amor, deja la bobada, ¿sí? –. Trataba de convencerle Angélica a su enamorado.
– ¡No me joda, maldita sea! –. Chilló Didier.
–Déjelo sano, parce –. Le dijo Kilian a Angélica haciéndola a un lado.
­– ¡No sea sapo, imbécil!
–Bueno Angélica, ¡tampoco le hables así a El Negro! –. Le gritó Isabela.
– ¡Jueperra! ¡Deje de defender a este negro maldito! –. Dylan se abalanzó sobre Kilian y le dio un “traque” en la cara.
Didier se levantó y le metió un empujón a Dylan haciendo que este perdiera el equilibrio y se enredara con las barandas  del desgastado y olvidado puente y el peso del cuerpo le ganara, cayéndose a la Av. 1ro de Mayo y terminar aplastado por un colectivo de ruta:
SOACHA-COMPARTIR- SAO- UNISUR que iba a toda mierda. Y mierda volvió al adolescente de 16 años.
Todos pasmados no supieron qué hacer. No se movieron del lugar. La policía tuvo que subir por ellos.


Cuarta parte

XVII
Luego de varias audiencias, no se pudo convencer al jurado de que fue un accidente. El juez sentenció a cuatro años de prisión a El Mono Didier. Sus padres lloraron dolorosamente. Angélica lo hizo amargamente.

XVIII
Se echó la culpa de lo sucedido y más rabia sintió consigo misma, por no haber utilizado su inteligencia para planear una estrategia que salvara a Didier y a los otros de cualquier sospecha. También se resintió y terminó su amistad con Isabela, la provocadora de lésbicas emociones, quien no consiguió quedarse con El Negro Kilian, que a su vez y por orden de su padre, se fue a estudiar a Australia.
Didier, siguió amando e irónica y paradójicamente, odiando a Angélica. Sigue pensando que vivir la vida sin apuros es genial, pero tomársela tan a la ligera es contraproducente.

XIX
Juancho Y Simona fueron al funeral de Dylan y visitaron a Didier en prisión.

FIN





martes, 19 de marzo de 2013

Ironías especiales


MILLOS Y EL MEXICANO METICHE

Volví al estadio. Un “Nemesio” con fachada gris y supuestas reformas en su construcción. Después de tantos años el equipo de los Millonarios, aquel glorioso ballet azul, volvía a una Libertadores y haría su debut en esta versión, recibiendo al recién conformado Tijuana de México. Este último, con tan solo 6 añitos, ya era campeón de la liga local de su país y venía a hacernos frente.
Pero, ¿qué daño nos pueden hacer a nosotros de locales? Con una asistencia tan amplia que tiñe todas las graderías de El Campín de un azul ancestral, marino, un azul hermoso…
Además, estábamos estrenando la “14”; esa tan anhelada y esquiva estrella y que ahora nos permitía disputar el mayor torneo de clubes a nivel Latinoamérica. Y la enorme sensación que se respiraba afuera, era de pasión, de buen fútbol, de certidumbre de triunfo.
Como en esa semana, estaba estrenando cicla y estaba estrenando “engome” al rodar en ella, llegué así a encontrarme con Temores para ver el encuentro tal vez, en un bar de Chapinero. Ese era mi pensar, hasta que 10 minutos después de haber salido de mi casa de la 170 y, a la altura de la calle 100, recibí la llamada de Pelos, mi parcero o mi “socio”.
Me comentó que sería una noche “tesa” y que para ello, era necesario entrar a ver al onceno azulete jugando en la cancha; que ya tenía lo de la boleta y que nos encontráramos para comprarla y también la mía. Le dije que de una, que me hablaría con Temores primero y que luego nos veíamos cerca al Coliseo.
Colgué y mi alegría se duplicó; salió el sol y me quité la chaqueta. Primero, porque esos rayos tan fuertes se concentran cinco veces más en el cuero oscuro y segundo, porque me se habían multiplicado las ganas de relucir la casaca del equipo de mi corazón, de mostrarle a todo el que me viese, que iba escuchando música, cantando esa música y pedaleando feliz porque Millos jugaba.
Me encontré con este loco en la 72 con Caracas; subimos a la Universidad Pedagógica, registré mi bicicleta en la entrada y nos allegamos con ella, al lugar donde se efectuaría la compra. Compramos, fumamos y hablamos de varias cosas. Recordábamos sucesos del viaje al Huila y lo que nos quedó de ello.
Un man se asomó desde fuera y me llamó: Parce, es que no tengo carné y no puedo entrar, ¿será que ahí me venden “Crespa”?
Le dije que no importaba que él no estudiase ahí, que el carné no era importante pero que todo bien, que era posible y que esperara. Le pregunté al mechudo quien estaba acompañado de otro mechudo que portaba la camiseta de Millos blanca, la LG, y quien nos acababa de vender y me dijo que claro, que por ahí tres gramos en diez lucas. El man no tenía sino cinco, entonces eso me dieron y entonces eso le di. Bueno; salió “tranzado” porque se me cayó tan solo un poco en el momento de meterla en un empaque de audífonos que yo poseía y lo recogí después que el man se fue contento, solo por cuestiones de no “boletearme” recogiendo “vainas”.
Salimos luego, Temores, mi bicicleta y yo y comimos pizza dizque mexicana, agregándole simbología a la noche que me esperaba. Nos encontramos con Pelos, compramos los tiquetes vía pasión futbolera y decidimos dar una vuelta antes de entrar.
La vuelta no salió como esperábamos porque, uno de la policía militar se percató del descaro de Temores, al verlo prender una pata sin importarle quien transitaba por el callejón. Pues sí, el sitio estaba propicio y el “militacho” salió de la nada. Pero no fue sino que Temores cruzara la esquina, sintiera oscuridad y llevara a buen término su cometido. Por eso el policía este, después de una raqueteada máxima, le hizo saber su descontento no porque fumara, mas sí porque lo hiciera tan descaradamente. Supimos entonces que él también quería fumar. Pero pobre, no nos encontró nada y se quedó con las ganas de “arruinarnos el partido”. Esa había sido su amenaza.
No nos afanaríamos porque la cometeríamos adentro. Deposité mi confianza en Temores, quien no entraría debido a sus finanzas y, dejé que se llevara mi “cleta” para recogerla luego.
Antes de ingresar, nos requisaron dos veces y una más antes de subir las escaleras, propiciada por un “chúcaro” que entonaba suavemente los cantos de las barras y que me permitió pasar sin tanto menester.
Apenas nos ubicamos, suenan los himnos. Como es habido, todos solemnemente, con su brazo extendido y su mano en forma de seis acostado; gritan el hermoso final: ¡Bogotá, Bogotá, Bogotá!
Disfrutamos de un “porrazo”; lo fumamos contentos. Estoy expectante con los primeros toques de Millos, muy observador, nada movido. Hasta que otro “porrazo”, esta vez un duro golpe en la nuca que, me hace caer cuatro gradas más abajo, llevándome conmigo a un par de hinchas y me hace recordar que no  puedo solo ver, que estoy en Lateral Norte y por ende debo saltar, brincar, cantar, gritar, llorar si es posible, pero estar constantemente junto a toda la familia millonaria, apoyando a nuestro club, animando a los jugadores.
Se canta sin parar, se salta con más ahínco y supe entonces, que esa noche quedaría deliciosamente cansado.
El primer tiempo se va sin mayores emociones que las que vive quien está en el tablón. La sed es impresionante y buscamos pronto la forma de beber agua. ¿Cuál? El agua que paradójicamente se convierte en la más refrescante y toma en serio su papel de elixir, es la del baño, la de la llave. Todos se amontonan en busca de ella. El cúmulo de mechudos es impresionante y hay que empujarlos para conseguir beberla. Llega mi turno. Dejo que se ensope en mis manos y la bebo con rapidez al comienzo, para sentir de nuevo el aliento; luego despacio, la disfruto, la saboreo; mi garganta lo agradece y me acuerda que hasta ahora vamos por la mitad.
Lleno rápidamente mi estómago para no darle pie a la deshidratación. Salgo a empujones de ese inmenso y sediento “parche”.
Regresando, nos encontramos a un amigo, que fue nuestro vecino y quien ayudó a infundir en nosotros el amor por la institución. Un poco más distante ahora, pero nos saluda, hablamos brevemente y despedimos.
Par “plones” y a seguir en lo nuestro.
Déjenme hacer un paréntesis para explicarles bien el atractivo de estar viendo el partido donde la “gaminada” se hace:
Sucede que estos hinchas, que alientan sin parar, que se rebuscan lo de la boleta cada 8 días, que viajan a otros lugares a acompañar al club, no se inhiben de nada, sacan a relucir toda esa pasión que en otros lugares les hacen guardar.
Acá, el hincha se desborda fervientemente mirando un encuentro del equipo del que se enamoró; por eso salta como en ningún otro lugar y como por nadie más lo haría. Las mujeres dejan cierta delicadeza atrás y no por esto dejan de ser delicadas, para hacer en conjunto, la mímica requerida para sentir los cánticos.
Para muchos es una pérdida de tiempo o parecerá estúpido, como lo parece el hecho que entre la misma familia, los hinchas se golpeen. Esto pasó un par de veces, tal vez cuatro. En la última, alguien que tocaba el bombo, castigó ferozmente con su maza a un seguidor revoltoso.
Todas estas trifulcas, sucedían a centímetros  de nosotros.
El asunto es que se calmaron y, después del estúpido pero hasta meritorio por lo defensivo gol del Tijuana, toda la hinchada se unió, gritó como no lo había hecho en toda la tarde y se oyó al unísono:
“¡Es una noche especial! ¡No te la puedes perder! ¡Millos va a ganar! ¡Tijuana va a perder!” (Bis, como unas treinta y cuatro veces)
Y también:
“Embajador, pon más huevo y corazón, que desde que nací te llevo en el corazón…” Y luego:
“¡Pongan más huevo!,
 Pongan más corazón como ponemos
 Nosotros en el tablón, vamos azules,
¡No le fallen a toda su gente!”
“A ver si nos entendemos,
Los jugadores, la popular…”
El seguidor millonario, sabrá perfectamente de lo que hablo y cómo se siente; quien no lo sea,  hágase la idea, por favor. Hágase ver esto, como uno de los mejores pasatiempos pasionales mejor invertidos. Sí, a pesar de todo, vale la pena estar entre el tumulto que hace temblar a El Campín. Eso es lo magnífico de estar en la “gaminada”.
Expulsan a Román Torres, “La Mole”; hay una chifla escandalosa, madrazos por todos lados y un canto de norte-sur, occidental-oriental:
¡Oeee, oee, oee, oeeeee! ¡Román! ¡Román!
Cabe destacar que, no nos detuvimos en ningún momento; ni en el momento en que el triunfo ya no era seguro, ni en el momento en que el empate se perdió con la “chilena” de Montero o con el golpe de cabeza de Perlaza.
Se oyó el silbido final. El juez se llevó sus chiflas.
Millos cedió puntos de local. Sentí un sabor agridulce. Hubiera estado extasiado con tan solo un gol vivido en la Norte. Nos derrotó ese equipo mexicano. Se cantó por unos últimos minutos y salimos. Pelos, cabizbajo. No quise recoger la bicicleta. Nos despedimos. Él se fue a coger bus por la trece, yo abordé un “ruta fácil” en la Caracas.
En el camino, una chica que iba al lado mío, con extraña timidez, me preguntó por el resultado. Hizo unas reflexiones, ya no tan tímida, como: hasta ahora estamos comenzando, que venía un partido difícil de visitantes en Brasil, que había que revalidar nuestra condición de locales, pero que sobretodo, el hincha Millonario debía estar agradecido y orgulloso por la 14 y por tener la oportunidad de estar en torneo internacional. Tenía razón pero no quedé satisfecho. Me bajé y en vez de caminar, abordé un bicitaxi que me llevó en “luca” hasta el conjunto.
Recordé que tenía hambre y para mayor sorpresa, lo único que conseguí, fue burros y tacos mexicanos en un carrito de esos de esquina de barrio. Decidí comerme uno; comerme a ese México entrometido en mi felicidad. Ese que intervino en mi viaje por Santander. Aquel que hoy, se llevó el triunfo.
Irónicamente, una representación mexicana que me hacía pensar que esta, sería una noche más de sentimiento millonario. ¡Que en las malas también se está con su equipo adorado, con el más veces campeón!
Me acosté y coloqué los audífonos para quedarme dormido. Efectivamente estaba deliciosamente cansado. De una, quité “Welcome to Tijuana” de Manu Chao, por obvias razones.

dioses en San Cipriano

dioses en San Cipriano"
La combinación a la vista, no agrada mucho. Una tablita de madera, recortada en varios ángulos que le dan una apariencia espiral. Pegada a esta, un círculo también de madera en posición centrada. Encima, un mini ramillete tal vez en porcelanicrón, viejo, desgastado, sucio y decolorado.
Los otros objetos están fuera del círculo:
Un recordatorio en el mismo material con forma de biblia, adornada con uvitas y un cuadrado alargado y rayado que imita a un pan. El mensaje escrito en el librito y en la cinta que a este le pegan, se lee: "Recuerdo de mi primera comunión".
Una muñeca paralela a este, sostiene una rosa con sus manos. Tiene también, por cabeza una rosa inmensa, que abierta, deja posar allí otra muñequita.
La muñequita aparenta juventud; una vieja y cascada juventud. Elaborada con la masa del recordatorio. Pegada a ella otra cinta que dice: "María Camila Rubio Cuervo", y en el otro doblez: "Recuerdo de mis 15 años, Nov 16 2008". En esa fecha, mi hermano mayor cumplía 24 años. Hoy, tiene corte ligero y bigote.
Una cruz en la parte superior. En el cruce de los maderos, un girasol. Dos flores más en cada asta del horizontal.
Una mochila con sombrero, a los pies de la cruz. Esa mochila bien wayúu. Ese sombrero bien "vueltiao".
Al otro lado del círculo y al frente de la cruz, una casita que colocan en los pesebritos; de esas de techito rojito y puestecita sobre una basecita.
¿Cómo llamar la obra? Difícil. Ver arte como tal ahí...Más complicado aun. Pero sé que hiede a calle y fue el trabajo de un dizque indigente. Uno que cree en Dios y por eso sus figuras hacen parte de festividades religiosas. 
Se siente colombiano. Uno bueno. De vez en cuando, rapea. Suelta "freestyles" en voz de protesta a lo que a diario ve.
Le gusta que lo llame "Hermes del Olimpo". Me escuchó hablando una vez de esa mitología y adoptó el apodo. No todo; en realidad se llama Hermes.
Un Hermes mucho más bajito que yo.
Desde hace mucho, quiere reparar sus dientes. Quizá sueñe pegándose la prótesis, así como, puso los objetos en la tablita. Yo le he dicho, que si ríe, no tenga reparo. Muchos tienen sonrisa perfecta y no la usan. Vale poco si nuestra dentadura que sí ríe, no es aceptable estéticamente.
Se toma una Costeña; yo una Club Colombia. Los dos brindamos. Él es capaz de darme un abrazo. Ahí sólo veo a "Hermes del Olimpo", me olvido de todo. Después, es que, recuerdo sus manos quebrantadas y sucias y su olor a días cargados de bazuco y reciclaje.
Él no emite un juicio en mi contra, Sólo alcanza a decir: "Usted es calidad". Yo respondo: "Usted es buen elemento".
Su hermano es Iván "Risanerviosa". Este sobrenombre por obvias razones, es su más notoria cualidad. Saluda a Hermes; me da la mano y me cubre con el otro brazo. Le regalo una gomita Trululú de color verde. La acepta y ríe grotesco. Me causa impresión. Hace frío.
Comienzo a indagar sobre su vida. Sólo ríe. Ríe que da miedo. Ríe de esa manera porque su vicio, ha dispuesto que así lo haga.
Moreno y "jetón", hace pausa a su risueña para decir cosas puntuales. Cosas que no respondan mis preguntas. Así que, el ejercicio sale bien pero con Hermes. Él contesta por su hermano menor:
Yo: ¿Qué tal corrieron sus últimos días?
Iván Risanerviosa: Ji...ji...ji...Ja ja ja...Un cigarrillo pequeño.
Hermes del Olimpo: Estuvo "Upejoteado"
Yo: ¿Quiere un cigarrillo Iván?
Iván Risanerviosa: Ji...ji...ji...Ja ja ja...La verde también es mi favorita.
Hermes del Olimpo: Nah, ese ni cigarrillo fumará ahorita, "nea".
Yo: ¡Uy sí! ¡La Trululú verde es la más tesa!
Iván Risanerviosa: Ji...ji...ji...Ja ja ja... ¡Que bolsillos tan perros!
Hermes del Olimpo: Las Grizzly del otro día estaban ricas, mono.
Yo: Sí también. Oiga Hermes, gracias por el detalle, su obra.
Hermes del Olimpo: Todo bien calidad. Las mejores pa´ usted.
Iván Risanerviosa: Me dejan la pata...ji...ji...ji...Yo fui el actor intelectual de la obra.

Y algunos conocidos todavía piensan que en pleno norte, no hago más que hablar con los llamados "gomelos". Es posible, si gomelo es quien disfruta el compartir, saborear y comer gomas.
Vaya personajes. Y eso que no conocen a "Jesuscristian".